TRANSPIRENAICA 16 al 27 SEPTIEMBRE
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Transpirenaica
Los Pirineos, además de separar políticamente España de Francia y albergar a Andorra, marcan la línea más corta para cruzar Europa por su lugar más estrecho. Dos senderos, uno por la vertiente española –el GR11- y otro por la francesa –el GR10- permiten hacer esta travesía de costa a costa. Sin embargo, la longitud del recorrido (800km) y los fuertes desniveles que deben salvarse obligan normalmente a hacer este recorrido en diferentes etapas y en distintos años. Para quienes, como yo, no disponen de tiempo suficiente para hacer todo el itinerario andando pero que desean tener una visión global de esta bella cordillera, existe una solución intermedia a la que me acogí el pasado septiembre y que, para mí, resultó muy acertada: la “Transpirenaica”. Esta travesía consiste en un viaje de doce días durante los cuales se recorren a pie doce parajes emblemáticos de los Pirineos, desde el Mediterráneo hasta el Atlántico, y que el guía de montaña Josan Maside organiza cada verano desde 1985. El viaje empieza y acaba en la Plaza de Cataluña, en Barcelona. Allí, de buena mañana, nos reunimos los componentes del grupo con el guía, que en esta ocasión era el propio Josan, y Joan, el chófer de la cómoda y amplia furgoneta que nos iba a transportar durante todo el viaje. Dos horas más tarde llegamos al Cabo de Creus, extremo más oriental del GR11, listos para empezar a caminar. Al poco, descendimos a la Cala Taballera en donde nos refrescamos con un delicioso baño en las tranquilas aguas de la Costa Brava. Proseguimos después el camino hasta Port de la Selva, en donde nos esperaba Joan con la furgoneta para llevarnos a Olot, nuestro primer lugar de pernocta. De igual manera, en los días sucesivos, Joan nos dejó al principio de cada etapa y luego nos recogió al final de la misma. Solíamos caminar entre 6 y 8 horas al día. Entre otros, recorrimos parajes tan bellos como Noucreus en Núria, la ruta de los contabandistas en Andorra, el Parque Nacional de Sant Maurici i Aigües Tortes en Lérida, el Valle de Añisclo y el de Ordesa en Huesca o la selva de Irati, en Navarra. Las noches las pasamos en hostales, refugios y posadas, todos muy limpios y acogedores. Las cenas y desayunos los hacíamos en estos establecimientos o en restaurantes cercanos a ellos. Cada día, tras dejarnos, Joan iba a comprar las vituallas que necesitaríamos para el día siguiente; así, por la mañana no teníamos que entretenernos en ir de compras. Nos distribuíamos las barras de pan, embutidos, quesos, conservas y fruta (y la consabida botella de vino) y podíamos emprender el camino sin demora. En el pago del viaje iban incluidos los gastos de transporte y sueldos del guía y el chófer, así como la organización, impuestos y seguros. El resto de los gastos (alojamientos y comidas) los pagamos de un fondo común que íbamos reponiendo todos, incluidos guía y chófer, a medida que se iba agotando. Ni en éste ni en ningún otro aspecto hubo problema alguno, antes bien al contrario: se creó enseguida un clima de camadería y confianza mutua que no tan solo se mantuvo todo el viaje sino que ha perdurado en una sólida amistad. El buen humor y la alegría estuvieron presentes en todo momento, culminando el día en que una compañera celebró su cumpleaños: hubo fiesta y jolgorio desde la mañana a la noche. Teníamos todos aproximadamente de la misma edad y éramos de distintas partes de la Península, excepto una componente del grupo de nacionalidad francesa que, habiendo estudiado castellano cuatro años, tuvo la feliz idea de apuntarse a este viaje para hacer una “inmersión” en nuestra lengua. La acogimos con cariño y nos transformamos, cada uno a su manera, en su profesor particular. ¡Ni que decir tiene que logró grandes progresos! Josan Maside es propietario y director de la agencia de viajes “Josanaventurs” que, entre otros viajes, organiza la “Transpirenaica” (www.josanaventurs.com ). Existen dos modalidades de esta travesía: la que hicimos nosotros, con guía, (“Transpirenaica Plus”) y otra, un poco más económica, la “Transpirenaica Aventura”, que es autoguiada. Igual que la primera, en la “Aventura” la furgoneta transporta a los excursionistas al principio y los recoge al final de cada etapa, pero durante el recorrido son ellos mismos quienes buscan el camino siguiendo un plano e instrucciones detalladas que facilita “Josanaventurs”. No creo esto presente dificultad alguna para quien sepa moverse en el monte y leer un plano, pero la compañía del guía permite disfrutar mucho más de la travesía al poder hacerla tranquilamente, dedicando toda la atención a contemplar los pintorescos lugares que se van pasando. Quisiera poder decir que no nos perdimos ni una vez, pero faltaría a la verdad: cuando caminábamos dentro de la niebla por el Valle de Aspe, los que éramos de la generación de los Bravos, Serrat y María Dolores Pradera íbamos cantado a coro canciones de aquella época. Josan, que también es de la misma quinta, se despistó “transportado al pasado” por nuestras baladas y, cuando se dio cuenta, hacía rato que había dejado de ver las señales rojiblancas del GR. Tuvimos que hacer marcha atrás, pero no por ello dejamos de cantar feliz y despreocupadamente. Al duodécimo día llegamos a Guipúzcoa y la furgoneta nos transportó hasta San Sebastián, punto final de aquel maravilloso viaje. Tal como estaba en el programa, nos encaminamos a la orilla del mar, en la Concha, para cumplir el ritual de bañarnos en el Atlántico, pero como había llovido y el cielo estaba un poco nublado, mis compañeros prefirieron mirar desde la orilla como yo, valientemente, me echaba al agua. Durante aquellos días se celebraba el Festival de Cine de San Sebastián. Después me contaron que la gente que paseaba por allí, al ver a mis compañeros sacarme fotos y aplaudirme, preguntaban que quién era ese actor que se estaba bañando… Todo
lo bueno, sin embargo, se acaba, y, tras una estupenda comida de
despedida en el barrio antiguo de la capital donostiarra, subimos
por última vez a la furgoneta para que, esta vez por monótona
autopista, deshiciera hasta Barcelona aquel variado viaje que tan a
gusto habíamos hecho a pie por las montañas.
©José-Andrés Miralles (texto y fotos) |